Esa bien podría haber sido la pregunta inicial de Ann Waters-Bayers durante su presentación en una sesión de la segunda Conferencia Mundial en Investigacion y Desarrollo Agrícola (GCARD2 por sus siglas en ingles) acerca de asociaciones público-privadas en la investigación agrícola. Ella es asesora de Prolinnova, institución encargada de promover la innovación local en la agricultura.
La idea es encontrar nuevas y mejores formas de hacer las cosas, con participación de investigaciones privadas, que resulten en bienes públicos, como sistemas de innovación resilientes para adaptarse al cambio.
Hasta ahí, parecería más de lo mismo. Pero la diferencia, explica Waters-Bayers, es que ya no se trata de la academia entregando resultados de sus aplicaciones prácticas al sector productivo. Son los propios agricultores los que sugieren las líneas de investigación, a partir de sus pruebas de ensayo y error para una explotación más racional de sus recursos.
Las propuestas son recibidas por un comité que las analiza en función de varios criterios, pero los resultados siempre serán de libre acceso para toda la comunidad. Las inversiones promedio rondan los 84 euros, y se localizan en Etiopía, Kenya y Sudáfrica.
Claro que no todo es color de rosa. Todavía los costos de administración del programa son muy elevados y sólo el 40% de los fondos recaudados llegan a los campesinos. También se han encontrado algunas dificultades para atraer científicos comprometidos con el proyecto.
De todas formas, experiencias como este poseen un gran potencial y deberían replicarse en otros países con contextos diferentes para evaluar los resultados. Por más información al respecto visitar www.prolinnova.net
Blogpost por Santiago Fernandez, uno de los periodistas sociales del GCARD2.
